El origen de todo y una odisea de dos semanas en barco con la copa a bordo para llegar a Uruguay
Hoy arranca la 22ª edición de la Copa del Mundo, pero todo empezó un 13 de julio de 1930 en Montevideo después de casi tres décadas de idas y venidas y tras padecer la Primera Guerra Mundial
Qatar y Ecuador dan hoy el pistoletazo de salida a la 22ª edición de la Copa del Mundo. Seguramente la más polémica por la sistemática vulneración de los derechos humanos que se produce en el país anfitrión y por la corrupción que generó su elección hace ya más de una década. Una clara mancha en la FIFA en una competición que es la joya de la corona en el fútbol y que camina hacia su centenario. Porque todo comenzó un 13 de julio de 1930 en Montevideo con un encuentro entre Francia y México, aunque para llegar a ese punto de partida hay que retroceder bastantes años más.
La idea de crear un campeonato internacional de fútbol salió a flote en el congreso fundacional de la FIFA, celebrado en París en mayo de 1904. 26 años tardó en concretarse, no fue tarea sencilla. El polifacético francés Robert Guérin fue nombrado primer presidente de la FIFA, fue también uno de los fundadores del Tour, entrenador de la selección francesa entre 1904 y 1906… e incluso periodista en Le Matin. Al neerlandés Carl Anton Wilhelm Hirschmann, vicepresidente de la organización, se le encargó la redacción de un reglamento por el que se regiría la competición. Sin embargo, el balompié no había terminado de calar en Europa. La prueba es que al citado congreso únicamente asistieron ocho naciones del viejo continente: Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Países Bajos, Suiza, Suecia y Alemania. Hasta los inventores del fútbol eran reacios. Sin Inglaterra, el recorrido del proyecto era escaso.
El Conte Verde en el que viajaron Rumanía, Francia, Bélgica, Brasil y Jules Rimet FOTO: FIFA |
Guérin y Hirschmann relanzaron la idea en
1905. Hubo un avance. Austria, Italia y Hungría se afiliaron a la FIFA.
Al igual que Inglaterra. Aquí aparece la figura del Barón Edouard de
Laveleye, decisivo en las conversaciones. Por ello fue nombrado primer
presidente honorario del organismo. El resto de federaciones británicas (Irlanda,
Gales y Escocia) secundarían después la postura de los ingleses. Se
organizó una ronda eliminatoria, con 15 países distribuidos en cuatro grupos, y
los ganadores disputarían la fase final en Suiza en 1906.
Pero hubo más palabras que hechos. Ninguna federación
formalizó su solicitud para acudir al Mundial. Ni siquiera Suiza,
que sería la anfitriona. Cada asociación atisbaba diferentes problemas. Desde Inglaterra,
por ejemplo, consideraban que los cimientos sobre los que querían edificar una
competición de semejante envergadura todavía no eran estables. Guérin se
fue apartando de la escena pública y fue relevado por el británico Daniel
Burley Woolfall. Contaba con la experiencia de haber trabajado previamente
en la federación inglesa y bajo su mandato, que se extendió hasta 1918, el
fútbol de las islas y el continental fueron estrechando lazos. Además abogó por
implantar un mismo reglamento para hacer el fútbol más uniforme.
Se diseñó un boceto de torneo con 15 selecciones y una fase final en Suiza en 1906, pero ninguna federación formalizó su solicitud para acudir
El balompié seguía su curso. Pasó de ir a gatas a dar sus
primeros pasos al ser admitido por el olimpismo, llegando a entrar en el
programa de los Juegos de Londres en 1908. Gran Bretaña se llevó
el oro tras batir en la final a Dinamarca en un torneo en el que
participaron seis combinados. El fútbol conquistaba fronteras poco a poco. Cada
año convencía a más gente. Era el germen de la globalización actual. Hasta
1909, FIFA estaba compuesta exclusivamente por naciones europeas. Sudáfrica,
Argentina, Chile y Estados Unidos fueron accediendo en los años venideros.
Estocolmo fue sede de los Juegos Olímpicos en
1912 y allí concurrieron once selecciones, todas europeas. Se repitieron los
dos primeros lugares del podio: triunfo para Gran Bretaña y plata para Dinamarca.
La idea de un Mundial continuaba sobrevolando en las cabezas pensantes de
la FIFA en el congreso celebrado en Oslo en 1914, en el que empezó a tomar
protagonismo la figura de Jules Rimet, quien fuera fundador del Red
Star en 1897. Tampoco fructificó la idea. Entonces estalló la Primera
Guerra Mundial que supuso un antes y un después en Europa. Lógicamente, todos
los proyectos en curso se detuvieron. Como las vidas de millones de
personas.
Jules Rimet, gran impulsor de la competición, fue altamente condecorado por su participación a pie de campo en la Primera Guerra Mundial
Jules Rimet, llamado a filas, tuvo una participación
activa en el conflicto a pie de campo. Llegó a ser subteniente del Regimiento
de Infantería número 22 con el bando francés, siendo altamente condecorado
con la Cruz de Guerra y la Cruz de la Legión. Una vez finalizada la lucha, Rimet
se instaló en París y siguió trabajando en el diseño de una competición
que reuniera a todos los países del mundo. Que la batalla fuera con una pelota
de por medio. La aparente vuelta a la normalidad se escenificó con los Juegos
de Amberes 1920. A pesar de todo lo sufrido años atrás, el fútbol no paraba
de crecer. Cierto es que surgieron serios contratiempos derivados de la guerra.
Las federaciones británicas, la francesa o la belga no querían compartir
presencia en la FIFA con sus respectivas de Alemania, Austria o Hungría.
Las cuatro asociaciones de las islas optaron por hacer su camino.
Jules Rimet fue elegido presidente de la FIFA en marzo de 1921 y tenía un claro objetivo entre ceja y ceja: organizar un Campeonato del Mundo al margen de los Juegos. El auge del fútbol se disparó y quedó de manifiesto en París 1924. Tomaron parte 21 conjuntos y el torneo olímpico fue un rotundo éxito de público. 50.000 espectadores presenciaron en Colombes la gran final entre Uruguay y Suiza. En diciembre de 1926 se creó una comisión para estudiar la viabilidad de celebrar un Mundial. Se elaboró un boceto, aunque no salió adelante en el congreso de 1927. Sin embargo, las posturas se acercaban. La concreción de la idea que arrancó a inicios de siglo estaba ya próxima.
La Copa Jules Rimet, nombrada así en honor a su gran valedor |
Algunas voces opinaban que los Juegos ya eran un Mundial.
Henri Delaunay, padre de la Eurocopa y miembro de la FIFA,
defendió la teoría de que a la competición olímpica no podían ir los mejores
futbolistas puesto que estaba restringida para los amateurs. Perdía
espectacularidad. La Copa del Mundo no tendría limitaciones, estaría
abierta para jugadores profesionales y amateurs, de modo que habría más nivel
y, por consecuencia, su seguimiento sería mayor. La hoja de ruta estaba trazada
y en septiembre de 1928, en Zurich, la comisión dio a conocer los cuatro
puntos por los que se desarrollaría el torneo. Comenzaría en 1930 y se
celebraría cada cuatro años. Podrían inscribirse todas las federaciones que
formasen parte de la FIFA. Habría un sorteo para los intervinientes. Y si se
registraran más de 30 países, se llevarían a cabo eliminatorias previas de
clasificación.
La definitiva luz verde para el primer Mundial de la
historia llegó el 18 de mayo de 1929 en el congreso de Barcelona. Uruguay
fue elegida como sede sin discusión. A la carrera se presentaron Países
Bajos, Suecia, Hungría, Italia y España, sin embargo optaron por echarse a
un lado. La opción charrúa era la que seducía a la mayor parte de la opinión
pública. Su selección venía de ser campeona olímpica en 1924 y 1928 y en
1930 se cumplían 100 años exactos de la jura de la primera Constitución de
Uruguay.
Las principales potencias europeas renunciaron por lo costoso que suponía cruzar el charco. La Federación Uruguaya se comprometió a correr con los gastos del traslado y del alojamiento
Cruzar el charco entrañaba muchas dificultades, en un marco
de crisis económica en Europa, y muchos conjuntos del viejo continente
dieron un paso atrás: Alemania, Austria, Checoslovaquia, Países Bajos,
Hungría, Italia, Suecia y España. La Federación Uruguaya se comprometió a
correr con todos los gastos del traslado y posterior alojamiento de los
participantes. Incluso a repartir los beneficios en caso de que los hubiera y
de asumir solo ellos el déficit si la competición generaba pérdidas. Las
labores de despacho de la FIFA, con Jules Rimet a la cabeza, fueron
intensas. Dieron algún fruto y lograron convencer a cuatro federaciones
europeas: Bélgica, Rumanía, Yugoslavia y Francia.
España, pese a ser una potencia futbolística en
aquellos tiempos, decidió no participar. En la decisión final tuvo un peso
capital el bilbaíno José María Mateos, que ejercía de entrenador de la
selección. Los futbolistas que fueran reclamados para el Mundial se iban
a ausentar unos dos meses de sus respectivos clubes, algo que suponía un grave
perjuicio económico para sus intereses. Al margen de que el técnico intuía que
no podrían tener una concentración tranquila en suelo uruguayo, ya que la
expedición sería colmada de agasajos durante su estancia. Mateos fue
rotundo. Si España concurría, él renunciaba a su cargo.
Jules Rimet llevó el trofeo en su equipaje hasta Montevideo a bordo del Conte Verde
El torneo nació bajo el nombre de Campeonato Mundial de
Fútbol ‘Copa Jules Rimet’, en honor a la persona que más empeño había
puesto en que se llevara a cabo. El propio Jules Rimet llevó el trofeo en su
equipaje hasta Montevideo. La copa tenía 30 centímetros de altura y pesaba
4 kilos.
El viaje para las selecciones europeas fue una completa odisea marítima de dos semanas a bordo del transatlántico ‘Conte Verde’. Zarpó de Génova con la expedición de Rumanía y tomó dirección a la localidad gala de Villefranche-sur-Mer, donde recogió a la selección de Francia, al propio Jules Rimet y a la copa que se le otorgaría al campeón. La siguiente parada fue Barcelona, allí se unió Bélgica. Fue un viaje interminable. El barco realizó escalas en Lisboa, Madeira, Canarias, Río de Janeiro (para recoger a Brasil) y Buenos Aires antes de desembarcar el 5 de julio de 1930 en Montevideo. Los jugadores se quejaron porque no pudieron entrenar ni preparar el torneo como es debido. Los cuatro países fueron eliminados en la primera fase.
La selección uruguaya salta al césped del Centenario para medirse a Argentina en la gran final |
Yugoslavia fue la única europea que realizó el viaje
por su cuenta, desde Marsella y en el SS Florida. Junto a ellos
estaba previsto que fuera Egipto, única selección africana que había
dicho sí a la invitación. Pero un retraso propiciado por las malas condiciones
climatológicas impidió que llegaran a tiempo a Marsella y el barco zarpó
sin la expedición egipcia. Pidieron que se retrasara el Mundial, aunque
la organización hizo caso omiso.
El balón echó a rodar el 13 de julio de 1930. Un primer Mundial
que reunió a 13 selecciones: Argentina, Chile, Francia, México, Bolivia,
Brasil, Yugoslavia, Perú, Rumanía, Uruguay, Bélgica, Estados Unidos y Paraguay.
Los 18 encuentros se disputaron en Montevideo. La idea original es que
fueran en el Centenario, construido para la ocasión, aunque un retraso
en las obras obligó a que los compromisos iniciales se repartieran entre el Estadio
Pocitos, que acogió el choque inaugural, y el Parque Central. Francia
derrotó a México (4-1) en el envite que abrió la Copa del Mundo y
el galo Lucien Laurent entró en la historia al ser el primer goleador.
Curiosamente acabó de portero por la lesión de Thépot y recibió el tanto
de los aztecas. Uruguay y Argentina cumplieron los pronósticos y
se plantaron en la final, reeditando la lucha por el oro en los Juegos de
Ámsterdam 1928. Los charrúas hicieron valer el factor campo y se
convirtieron en los primeros campeones del mundo. Allí comenzó todo. A partir
de hoy, la historia de los Mundiales seguirá completando páginas.
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