Por qué Estados Unidos 1994 es el mejor Mundial de la historia
Lo bonito del fútbol es la disparidad de opiniones y el poder contrastarlas, pero existe una verdad irrefutable: ninguna Copa del Mundo fue mejor que la vivida en aquel verano del 94
Llega una Copa del Mundo y nos afloran los recuerdos. Todo tiempo pasado fue mejor. Lo bonito del fútbol es la disparidad de opiniones, no es una ciencia exacta, pones todo sobre la mesa y debates. Tu equipo, el mejor jugador que hayas visto, el mejor gol, la mayor decepción, la sorpresa que marcó tu vida, esa polémica arbitral de la que aún te dura el cabreo. Cada persona tiene sus momentos. ¿Y el mejor Mundial de la historia? Hay 22 para elegir con el actual, pero solo hay una respuesta correcta: Estados Unidos 1994. El que lo vivió es totalmente consciente de ello. Mejoró a todos los anteriores y ninguno posterior ha podido superarlo, aunque muchos han intentado acercarse. El de Qatar se ha quedado a eones, por cierto.
La historia futbolística podría dividirse en dos periodos. Antes de Estados Unidos (a. EE.UU.) y después de Estados Unidos (d. EE.UU.). Fue el cambio de paradigma, el punto de inflexión hacia el fútbol moderno. Allí murió la tradición y este deporte tornó en un fenómeno de masas que a veces da cierta pereza. También fue el principio para alejar a los futbolistas, los verdaderos protagonistas, de la afición. Fue la primera Copa del Mundo en celebrarse en un país sin tradición por el fútbol, los norteamericanos no la disputaron entre 1950 y 1990. Eso sí, eran y siguen siendo los maestros para explotar el show business. ¡Que montaron el sorteo en Las Vegas cuando 12 años atrás en España fueron los niños de San Ildefonso los encargados de sacar las bolas!
Aspecto del Rose Bowl en Los Ángeles durante la final entre Brasil e Italia FOTO: FIFA |
¿Es probable que me parezca el mejor Mundial porque
tenía 9 años y fue el primero que vi con uso de razón (o con lo que fuera)? Podría
ser… pero no es el caso. USA’94 está en la cúspide. Los que así
pensamos, que somos legión, tenemos la razón absoluta y yo dispongo de
argumentos infinitos para corroborarlo. Voy a lanzar unos cuantos, tampoco
todos porque no deseo abrumaros. ¿Por qué fue el mejor?
Porque un Mundial en Europa con el horario de Estados
Unidos siempre es bien. Trasnochar agudiza los sentidos, los partidos se
ven con otro prisma, tengas la edad que tengas. Porque se alcanzó el olimpo en
cuestión del diseño de camisetas. Las de Estados Unidos, Alemania,
Corea del Sur, Suecia, España, las suplentes de Nigeria y Camerún…
Y luego estaba Jorge Campos. Un mito, un dandi, un referente. Si un
psicólogo me sometiera a una regresión en busca de una explicación a mi gusto
por las camisetas peculiares, creo que me llevaría hasta 1994. Y sería feliz.
Porque si no bebiste Coca Cola como un poseso para coleccionar las 24
latas con cada una de las banderas de los países participantes, no eres de
fiar.
Porque fue un torneo con nivel y con sorpresas, que es lo que se busca en estos casos. El equilibrio ideal. Francia e Inglaterra vieron desde casa cómo Suecia y Bulgaria se metían en las semifinales. Letchkov, Brolin, Stoichkov, Ravelli, Kostadinov, Dahlin. Supérame eso. La última Copa del Mundo sin que a los jugadores les importara lucir sus calvas o sus bigotes. Esos cromos son incunables. Porque luego estaba la coleta de Roberto Baggio y un Maldini cuya cara podía estar esculpida junto al David de Miguel Ángel en Florencia. Qué ojazos, niño. Porque Italia era Italia, que diría Rajoy. Un Mundial sin la Azzurra baja enteros. Pasó a octavos como una de las mejores terceras en un grupo que se resolvió con un cuádruple empate a 4 puntos. Nunca más se ha repetido.
Jorge Campos, portero de México, luciendo una de sus extravagantes indumentarias FOTO: GETTY |
No busquen imitaciones. Durante 30 días se alargó la
competición, pocos fueron. Si me quedo atrapado en el tiempo como Bill
Murray, que me lleven al 17 de junio de 1994, por favor. Allí empezó todo. Porque
quisiera ver de nuevo a aquella Rumanía de miras telescópicas que
marcaba goles desde el mismo centro de Timisoara. No es descartable que
de aquí naciera mi predilección por el color amarillo. Argentina aún
tiene pesadillas con Hagi, Dumitrescu y Raducioiu. Porque yo no sabía
quién era, pero que un loco celebrara un golazo girando la cabeza como la niña
del exorcista era lo más. Luego me enteraría de que se llamaba Maradona
y que fue expulsado por dopaje. La Albiceleste no lo superaría, después encajó
dos derrotas e hizo las maletas.
Porque Estados Unidos cumplió con los cánones de ver
a tipos desconocidos haciendo los goles de su vida. Por ejemplo, Al-Owairan
en una debutante Arabia Saudí. Ese tipo recorrió 70 metros para hacerle
a Bélgica una de las dianas más bellas en los Mundiales. Porque
allí, en un mismo partido, pudimos contemplar a Salenko marcando cinco
tantos y a Roger Milla viendo puerta con 42 años. Dos récords que siguen
vigentes a día de hoy. Porque había selecciones con un carisma para regalar. La
Nigeria de Yekini, Amokachi, Finidi o Amunike.
Los Estados Unidos de Cobi Jones, Alexi Lalas, Eric
Wynalda o Tony Meola. ¡La Bolivia de Azkargorta! De
haber jugado todos sus compromisos en La Paz, ese equipo ahora mismo
tendría una estrella en el pecho. Ganó a todos en los preliminares en su feudo,
incluyendo a una Brasil que jamás había perdido un partido en fase de
clasificación.
Porque a esa Brasil sí se la podía bancar y no al sucedáneo actual. Esa celebración de Mazinho, Bebeto y Romario en Dallas tras hacerle un gol a Países Bajos es la más icónica del fútbol. Porque a pesar de ser una novata, Estados Unidos demostró ser una escuadra muy bien formada que le puso las cosas muy difíciles a la Canarinha. Únicamente cedió en octavos tras una muesca de Bebeto faltando un cuarto de hora. Porque toda su gran historia tiene una parte oscura y la de USA’94 fue un drama absoluto y todo lo que la vida debe aborrecer. El gol en propia puerta que se hizo Escobar precisamente ante los anfitriones provocaría su asesinato al regresar a Colombia. El 2 de julio, mientras se disputaban los octavos, fue asaltado y ejecutado en el aparcamiento de un restaurante. DEP.
Luis Enrique, con el tabique nasal roto debido al codazo de Tassotti |
Porque esa España de Clemente molaba a más no
poder. El famoso centro chut que acabó en premio de Goikoetxea a Alemania
marcó mi infancia. La de veces que lo intenté replicar en el colegio y en
cualquier videojuego que pasase por mis manos. Con escaso porcentaje de
acierto, debo reconocer. Y que no nos engañe Jon Andoni, él tampoco
quería hacer eso. Porque Caminero tenía todo el flow del mundo y porque
con el de Barakaldo al mando cada día era una caja de sorpresas. Cuando os
parezca defensiva cualquier alineación de vuestro equipo, fijaros el once que
sacó España para medirse a Suiza en los octavos de un Mundial:
Zubizarreta, Ferrer, Camarasa, Abelardo, Hierro, Sergi, Alkorta, Nadal,
Goikoetxea, Bakero y Luis Enrique. Cinco centrales y dos laterales. Pues
ganó 3-0 y sin despeinarse.
Porque fue imposible no empatizar con Luis Enrique,
con el tabique nasal roto y con la sangre saliendo a borbotones inundando su camiseta blanca. Tassotti siempre será recordado por ese codazo. Y el
húngaro Sandor Puhl por hacerse el loco, seguro que ha tenido vacaciones
pagadas durante toda su vida en la Toscana. Porque luego hubo justicia
divina para que a Italia se le escapara el título de entre las manos por
penaltis. Es que fue un Mundial tan perfecto que hasta no quiso abusar
en el día de su gran final. Una forma de hacer ver al resto que podían ser
iguales. Menudo tostonazo nos depararon Brasil e Italia en el
imponente Rose Bowl de Los Ángeles. La única que ha terminado 0-0
desde 1930.
Lo dicho. No es debatible que USA’94 es el mejor Mundial de la historia. Aunque habrá ovejas descarriadas que tengan otra opinión. Parecía complicado hace un par de días que alguien colocara Qatar en lo más alto, pero la verdad es que ha remontado el vuelo de una manera insospechada con los cuartos de final. La liguilla estuvo pasable, con el tropiezo de Argentina con Arabia, con el KO de Alemania y el final de infarto en el grupo con España, con el adiós de Bélgica, con el pase in extremis de Corea y las lágrimas de Uruguay… Pero los octavos fueron flojos con avaricia. Con el Croacia-Brasil y el Países Bajos-Argentina nos regalaron uno de los mejores días de la historia de la competición y el revolcón de Marruecos a Portugal le ha puesto más picante. Igual algún niño se ha enganchado al fútbol con esta Copa del Mundo (bienvenido sea) y en 30 años está escribiendo en la plataforma que sea que Qatar fue la mejor edición de la historia. Estará equivocado, pero le querremos igual.
Sin duda fue el mundial que con mas atención seguí. Creo que no se me escapo ninguna revista o suplemento que hablara del mundial y tampoco algunas de las que hablaron del mundial a posteriori. Me sabia en que club jugaban los jugadores mas random y los dorsales de las cada una de las 24 selecciones participantes. ¿Fue el mejor? Probablemente no Endika. Pero hay edades en las que la nuestros sentidos, que aun no están de vuelta de nada nos ayudan a disfrutar mas. Supongo que sucede algo similar con el cine o la música. Mi teoría es que ningún Mundial, Liga, Tour, Olimpiada... a no ser que tenga algo que te toque muy directamente, que se vea con mas de 18 años quedará guardado en la retina como aquellos que se vieron en la edad de la inocencia.
ResponderEliminarYo todavía guardo por casa algunos suplementos especiales. Das con la clave cuando dices lo de la edad. Yo aseguraría directamente que la primera competición que ves es la que se te queda marcada por ser tu primera vez, en la que absolutamente todo es novedad. ¿Fue USA'94 el mejor? Pues seguramente no. De todos modos siempre es divertido ese pique en el que cada uno defiende lo suyo sin que nadie vaya a tener la razón 😂😂
EliminarPD: En lo que USA'94 sí fue el mejor, y aquí no admito discusión, es en el estilismo de las camisetas. A tope con ellas!