El terror vivido por Luis Monti en dos finales que nunca quiso jugar

Es el único futbolista que ha disputado dos finales de la Copa del Mundo con dos selecciones distintas, con Argentina y con Italia, y en ambas vio amenazada su vida 

Jugar la final de la Copa del Mundo es un coto reservado para elegidos. Los que llegan a estar en dos se encuentran en una lista que cabría en un post-it. Pero lo de disputar dos con dos selecciones distintas es un honor que solo le ha correspondido a Luis Felipe Monti (Buenos Aires, 15 de mayo de 1901). Lo hizo con Argentina en la primera edición en 1930, cayendo frente a la anfitriona Uruguay, y repitió en 1934 defendiendo a Italia, en este caso con victoria ante Checoslovaquia. Pero se puede decir, y no es un eufemismo, que Monti salió ganador en ambas finales porque estaba amenazado. “En 1930, en Uruguay, me querían matar si ganaba; y en Italia, cuatro años más tarde, si perdía”, aseguró con el paso del tiempo.

Argentino de nacimiento y con padres italianos, Monti se formó en Huracán, tuvo un efímero paso por Boca Juniors e hizo carrera en San Lorenzo entre 1922 y 1930. Su físico era imponente, apenas pasaba de los 1,70 metros, pero con una fortaleza inusitada que le valió para que le apodaran ‘Doble ancho’. Fue un centrocampista rudo, el precursor del clásico 5 argentino. Imposible que pasasen la pelota y el rival al mismo tiempo si se cruzaban en su camino. Ganó una liga con Huracán y tres más con San Lorenzo, lo que le valió para ser una pieza clave en la Albiceleste. A finales de la década de los 20 se generó una rivalidad extrema con sus vecinos. Argentina le levantó la Copa América 1927 a los charrúas y Uruguay se vengó en la final de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928. Monti estuvo presente en ambas citas ejerciendo de capitán.

El terror vivido por Luis Monti en dos finales que nunca quiso jugar
Monti disputa un balón en la final de 1930 defendiendo a Argentina contra Uruguay

El punto culminante de esta confrontación del Río de la Plata llegó con el Mundial 1930 que acogió Uruguay. Sus caminos volvieron a cruzarse en la pelea por el título y la tensión se disparó, fue más allá de un pique deportivo. ‘Doble ancho’ anotó el primer gol de Argentina en la historia de la Copa del Mundo para derrotar a Francia (1-0) y volvió a ver puerta en las semifinales frente a Estados Unidos (6-1). Era uno de los líderes y, por tanto, uno de los objetivos para desestabilizar a la Albiceleste fuera como fuera. Incluso recurriendo a la violencia. Monti recibió anónimos en el hotel en los que amenazaban a su madre en Buenos Aires. La leyenda cuenta que hasta le pasaron una foto siendo apuntada por un revólver. ¿Pero de quién eran?

Sus compañeros desvelaron que le vieron llorar en el vestuario. Monti pidió no jugar aquel 30 de julio de 1930 en Montevideo, sin embargo la lesión de Zumelzú, que se movía en la misma posición, se lo imposibilitó a su entrenador, Juan Tramutola. “Tuve mucho miedo cuando jugué ese partido porque me amenazaron con matarme a mí y a mi madre. Estaba tan aterrado que ni pensé que estaba jugando al fútbol. Lamentablemente perjudiqué a mis compañeros”, manifestó.

Argentina llegó al descanso mandando en el marcador (2-1). El terror corría por las venas del bonaerense y lo que veía no ayudaba a calmar la situación: “Al volver del entretiempo había unos 300 milicos con la bayoneta calada. Entonces les dije a mis compañeros: ‘Estoy marcado, pongan ustedes porque yo no puedo’. Y después de todo, qué querían, ¿que fuera un héroe del fútbol?”. Uruguay volteó la contienda en el segundo periodo (2-4) y ‘Doble ancho’ pasó inadvertido sobre el verde. Perdió un Mundial, pero él y su familia vivieron para contarlo. “Monti no debió jugar aquella final. Estaba muerto de miedo”, declaró con el paso del tiempo su compañero Francisco Varallo.

El terror vivido por Luis Monti en dos finales que nunca quiso jugar
El pasaporte de Monti, nacionalizado italiano, que está expuesto en el museo de la FIFA

Ninguno de los que compartió vestuario con él aquel día le recriminó nunca nada. Sabían lo que se cocía. Sin embargo, Monti sí fue señalado por la prensa y por la afición. Un punto de inflexión para cambiar de bandera. Desveló que sus compatriotas le hicieron “sentir como una porquería, un gusano” cuando le calificaron de “cobarde” y le vieron como el responsable de lo acontecido en Montevideo. “Me presionaban los uruguayos con las amenazas, pero cuando volvimos, muchos argentinos también me dijeron ‘cagón’ culpándome de la derrota. Es ahí donde decidí nacionalizarme. Hacía tiempo que los italianos me lo habían propuesto y agarré el viaje creyendo que me sacaba muchas tensiones”, confesó en El Gráfico. Lo que desconocía era que pasaba de Guatemala a Guatepeor.

Viendo el éxito que había tenido la edición de 1930, Benito Mussolini vio la oportunidad de utilizar la Copa del Mundo para sus fines propagandísticos a la hora de expandir el fascismo. Para que todo le saliera redondo, no podía perder en el verde, así que movió todos los hilos imaginables. Reforzó a la ‘Azzurra’ con cinco ‘fichajes’. Los argentinos Raimundo Orsi (que marcaría en la final) Atilio Demaría, Enrique Guaita y el propio Monti y el brasileño Anfilogino Guarisi pasaron a vestir los colores de Italia de cara al torneo de 1934 que se iba a celebrar en su país. Para entonces no existía la prohibición de que un mismo futbolista pudiera jugar con dos selecciones diferentes, eso llegaría a finales de los 60.

Mussolini había mandado a dos espías a Argentina: Marco Scaglia y Luciano Benetti. El objetivo era seguir las evoluciones del ‘Doble ancho’, le ofrecieron 5.000 dólares mensuales para ir a la Juventus, con la condición de que la siguiente Copa del Mundo la jugara con Italia. Lo que entonces desconocía Monti era que estos dos agentes secretos del Duce eran los mismos que le habían mandado los anónimos amenazándole a él y a su familia. Todo era una trama urdida por Mussolini para que perdiera la final de 1930, no se convirtiera en un héroe en Argentina y le diera el sí a su oferta. El de Buenos Aires aceptó y se enroló en la ‘Vecchia Signora’, llegó con 30 años y pasado de peso, pero lució de ‘bianconero’ hasta 1939 y completó una notable trayectoria en Turín. No en vano ganó cuatro veces el Calcio.

El terror vivido por Luis Monti en dos finales que nunca quiso jugar
Monti, en el centro de la imagen, en su etapa como jugador de la selección italiana

Italia debe ganar, es una orden”. Fueron las palabras del dictador. Ese Mundial no podía salir de Italia. Monti volvió a ser fundamental, fue titular en todos los encuentros, aunque esta vez no marcó ningún gol. Especialmente decisiva fue su actuación en cuartos contra España, una eliminatoria que se resolvió con un choque de desempate. Fueron dos citas de una dureza extrema. Comprensible porque a los italianos les iba la vida en ello, literalmente. Monti lesionó a Zamora. “Menos mal que ganamos ese partido. Mejor dicho, ganó Monti. Les pegó a todos, creo que hasta al seleccionador español”, manifestó Orsi.

La final enfrentó a Italia con Checoslovaquia. Antes de arrancar, un hombre de Mussolini entró al vestuario local y les dijo a los jugadores que si no ganaban, “habría consecuencias”. Puc adelantó a Checoslovaquia en el minuto 76. La selección italiana temió por su vida. Misma situación para Monti que cuatro años atrás. Esta vez, sin embargo, su misión era ganar. Los dirigidos por Vittorio Pozzo nivelaron la contienda de inmediato gracias al tanto del nacionalizado Orsi y forzaron la prórroga, allí Schiavio culminaría la remontada. Los jugadores de la ‘Azzurra’ respiraron de alivio. Monti, elegido en el equipo ideal de los dos Mundiales, volvió a ganar. Ahora por partida doble. Salvó su vida y alzó una Copa del Mundo que tanto merecía.

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