Un Inglaterra-Francia con aroma al viejo San Mamés

Británicos y galos no se ven las caras en un Mundial desde que lo hicieran en 1982 en Bilbao, la sede que escogieron los 'Pross' para disputar la fase de grupos 

En nada se parecerá en cuanto a ambiente el Inglaterra-Francia que disputen hoy en Al Khor con el que jugaron ambas selecciones en 1982 en Bilbao. Y eso que lo de esta noche son todo unos cuartos de final de un Mundial y lo de hace cuatro décadas era un simple duelo en la fase de grupos. La consecuencia de llevar el torneo a Qatar. ‘Pross’ y ‘Bleus’ pugnan por el último billete para las semifinales en un clásico europeo en toda regla. Dos combinados con una enorme tradición en la Copa del Mundo, sin embargo el destino solo los ha cruzado dos veces hasta la fecha. Ambas fueron en liguilla y se saldaron con triunfo británico.

En 1966, con Inglaterra como anfitriona, se impusieron por 2-0 merced a un doblete de Roger Hunt. El precedente más cercano fue en 1982 y tiene aroma al viejo San Mamés, a puro fútbol. El compromiso con más pedigrí de toda la primera fase del Mundial de España y el primero de los tres disputados en Bilbao. Los ‘Three Lions’ ganaron 3-1, con protagonismo para un Bryan Robson que firmó dos dianas. Gerard Soler estableció el momentáneo empate y Paul Mariner sentenció en los minutos finales. La Catedral fue el escenario de los tres partidos de Inglaterra, que hizo pleno de puntos. Después tumbaría a Checoslovaquia (2-0) y a Kuwait (1-0).

Un Inglaterra-Francia con aroma al viejo San Mamés
El once de Inglaterra que se midió a Francia el 16 de junio del 82 en San Mamés FOTO: ATHLETIC

Inglaterra afrontó la competición con un hambre inusitada, no en vano se había perdido las citas de 1974 y 1978 y una docena de años sin que los inventores del fútbol pasearan su nombre por un Mundial era excesivo. Les costó lo suyo, eso sí, porque no lograron el billete hasta la última jornada de la fase de clasificación tras derrotar in extremis a Hungría con un tanto de Mariner. Era la primera vez que 24 selecciones disputaban la Copa del Mundo y los niños de San Ildefonso fueron los encargados de extraer las bolas en el sorteo. Se distribuían en cuatro grupos de seis equipos, pero los seis conjuntos designados como cabezas de serie no entraban en liza. Jugarían sus compromisos en una misma sede que elegirían ellos entre las opciones existentes.

Hubo cierto revuelo para escoger a la media docena de privilegiados. La FIFA determinó que serían las cinco selecciones campeonas del mundo (Alemania, Argentina, Brasil, Inglaterra e Italia) más España como anfitriona. Bélgica, que venía de ser subcampeona de Europa, se quejó al considerar que acumulaba más méritos que los ‘Pross’. La FIFA hizo caso omiso ateniendo a razones de la organización. Y es que Inglaterra había escogido Bilbao como su campamento base y había interés mutuo por los lazos históricos que unen al fútbol británico con la capital vizcaína.

España se fue a Valencia e Italia, por ejemplo, eligió Vigo. Pero Bilbao era una plaza codiciada para el resto de conjuntos. A Irlanda del Norte también le hubiera gustado que el bombo le deparara el Botxo. En cambio, disputó sus partidos entre Zaragoza y Mestalla al ir a parar con La Roja. “En las fechas en las que se jugará el Mundial, el estadio del Valencia estará demasiado seco para nuestro gusto. Hubiéramos preferido jugar en Bilbao”, afirmó su seleccionador William Bingham tras conocer el resultado del sorteo. De todos modos, no les fue nada mal, puesto que avanzaron de ronda como primeros de grupo. Y curiosamente, el 16 de junio de 1982 en el que se jugó el Inglaterra-Francia en San Mamés hacía un calor de mil demonios en Bilbao. El termómetro marcaba 38º a las 17.15 horas a las que se dio inicio al duelo.

Un Inglaterra-Francia con aroma al viejo San Mamés
Robson hizo a los 27 segundos uno de los goles más rápidos en la historia de los Mundiales FOTO: GETTY

No hacía falta, sin embargo todos entraron pronto en calor. Robson adelantó a Inglaterra a los 27 segundos, en lo que es uno de los goles más rápidos en la historia de la Copa del Mundo. Por delante tiene al alemán Lehner, que vio puerta en 24’’ frente a Austria en 1934; y al checo Masek, que lo hizo en 16’’ contra México en 1962. Luego llegaría un meteoro que les adelantó a todos. Hakan Sukur marcó un tanto a los 11 segundos en el Turquía-Corea del Sur por la tercera plaza en 2002.

Fue un gol tempranero con el típico sello inglés. Saque de banda, prolongación de cabeza del central Butcher y Robson, entrando solo desde atrás, superó a Ettori. Kevin Keegan siguió todo el envite desde el banquillo por unas molestias en el lumbago que le hicieron la vida imposible durante el evento. De hecho, solo pudo jugar la última media hora ante España en la segunda fase cuando los ‘Pross’ se lanzaron a la desesperada en busca de dos tantos que les dieran el acceso a las semifinales. El que sí estuvo sobre el tapete de San Mamés fue Platini, luciendo el brazalete de capitán. “Le he conocido porque llevaba el número diez”, dijo el seleccionador inglés Ron Greenwood a la conclusión con altanería. Lo cierto es que allí comenzaría el reinado de Platini, que encadenaría tres Balones de Oro entre 1983 y 1985 y levantaría una Eurocopa.

Inglaterra vivió el Mundial con cierto nerviosismo por la Guerra de las Malvinas, que había comenzado en abril y tocó a su fin justo entre su primer y segundo compromiso en España. Algunos de sus jugadores dijeron que incluso se retirarían del torneo si se enfrentaban a Argentina. No sucedió. Los ‘Three Lions’ se fueron a casa en la segunda liguilla de la competición, mientras que Francia se quedó a un paso de pelear por el título. Perdió en semifinales contra Alemania en uno de los mejores partidos que nos han regalado los 92 años de vida del torneo y en el que se disputó la primera tanda de penaltis en una Copa del Mundo.

Un Inglaterra-Francia con aroma al viejo San Mamés
Inglaterra escogió disputar las tres citas de la fase inicial en Bilbao

Bilbao se inundó de seguidores ingleses, que eran mayoría a pesar de la cercanía vizcaína con Francia. El Parque de Doña Casilda o la Plaza Moyúa fueron tomadas, litros y litros de cerveza corrieron por las gargantas de la hinchada británica y 44.000 espectadores se dieron cita en San Mamés. El día hizo estragos y la policía tuvo que intervenir en el interior del estadio para sofocar algún altercado. La alegría fue completa para Inglaterra, que estaba como en casa. Se alojó en el Hotel Los Tamarises, frente a la playa de Ereaga en Getxo, pero su cometido no era disfrutar del paisaje. “No hemos venido aquí a bañarnos sino a jugar a fútbol”, aseguró Greenwood. Y lo hicieron.

Todo fueron parabienes para el conjunto de las islas en esta primera fase. Acertaron con la elección de Bilbao. Tanto que Keegan reconocería que le “gustaría que la final se celebrase en San Mamés”. Puede que a Inglaterra le hubiera ido algo mejor. No era como jugar ante su público como hizo en 1966 cuando quedó campeona del mundo por primera y única vez, pero se le acercaba bastante. La Catedral vistió sus mejores galas durante esos días, para acoger la Copa del Mundo fue sometida a su última gran reforma antes de pasar a la historia en 2013. Ahora observará desde el lugar al que van los estadios derrumbados con cierto anhelo cómo Inglaterra y Francia vuelven a verse las caras en un Mundial 40 años después en un recinto con bastante menos alma como es el Al-Bayt. Tampoco podrán disfrutar tanto sus aficiones. Es lo que tiene llevarse el torneo a un lugar en lo que lo único importante es el dinero.

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